Seducidos por el enunciado neoplatonico
Sedientos por un discurso desprovisto de fe
A encontrarse con Hypatia en el muelle
El faro, la fuente de luz, les llama.
Ahí se reunen los que ansian escuchar
De aquella que perdura del extinto poderío helénico
Los pensamientos que la hicieron digna de admirar
Que se atrevian a esclarecer entre la verdad y lo nimio.
Pues en colectivo la sabiduría es sencillo asimilar
Y así, un rayo de luz penetra la oscuridad
Para las puertas de la fortaleza de hierro derrumbar
Una chispa, en la omnipresente vacuidad.
Los impacientes contemplaban día a día
Una multitud encarecida congregar
Que precipitaria las viejas formas en caída
Y ver al viento las mortajas mudas elevar.
Hypatia conocía muy bien su situación
Hacía caso omiso del malintencionado pregonar
Que veía en lo pagano únicamente aberración
Sólo consiguió más resentimiento provocar
Ella vió su influencia casi divina tomar vuelo
Pero los tercos se aferraban a su vieja creencia
Impulsados por reprimir todo aquello que era nuevo
Temían a este ente por toda su osadía y su sapiencia.
El enfurecido culto la perseguía sin reparo
Le arrastraron a su corte celestial
En donde miembro a miembro la destazaron
Y así, a este rayo de esperanza llevar a su final.
Hace tiempo que el sitio de los libros ardió
Y ahora Hypatia yace sin vida en el suelo
San Cirilo se regocija en aquello que consiguió
Mil y un años de corona y de respeto.
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